La falsa inclusión de los colombianos en el exterior: ¿Es realmente la MNSCM un espacio de participación?

La falsa inclusión de los colombianos en el exterior: ¿Es realmente la MNSCM un espacio de participación?

Colombianos En EL Exterior

Aunque se presenta como un mecanismo de participación democrática y un espacio de diálogo para la comunidad migrante, la MNSCM ha terminado siendo para mí una herramienta de proselitismo político usada por distintos gobiernos colombianos para calmar a los migrantes.


La llamada Mesa Nacional de la Sociedad Civil para las Migraciones o MNSCM es, en teoría, un espacio de articulación ciudadana creado para permitir que los colombianos en el exterior y las organizaciones migrantes tengan voz en la construcción de políticas públicas sobre migración. Suena bien, ¿verdad? Como una especie de ágora moderna donde el Estado escucha a su diáspora y construye de la mano con ella un país más incluyente.

Sin embargo, como suele pasar con muchas iniciativas estatales en Colombia, lo que parece una jugada maestra de inclusión y democracia participativa, termina siendo, un chiste mal contado en la práctica, o mejor dicho una estrategia cuidadosamente maquillada para mantener las apariencias mientras se protegen los intereses políticos de siempre.

Un espacio con sabor amargo

Pareciera que en realidad la MNSCM no nació de una necesidad genuina de escuchar a los colombianos en el exterior. Ni tampoco como producto de una consulta amplia, plural ni mucho menos transparente. Fue más bien una reinvención forzada —y algo torpe— de mecanismos que ya existían, pero que fueron descartados como si fueran obsoletos por el simple hecho de no estar alineados con las agendas del gobierno de turno.

En vez de fortalecer los canales que ya estaban funcionando —aunque con limitaciones—, se optó por desmantelarlos y construir una “mesa” nueva que, desde su origen, fue diseñada para estar ocupada por los mismos de siempre. ¿Participación ciudadana? Sí, claro. Siempre y cuando estés dentro del club.

people sitting on chair in front of table while holding pens during daytime
Photo by Dylan Gillis / Unsplash

Una verdad a medias

La creación de la MNSCM fue como darle un dulce a un niño para que no llore porque no lo invitaron a jugar. El mensaje implícito fue: “Mira, migrante, no te preocupes, también pensamos en ti. Aquí tienes una mesa para que hables, expongas tus necesidades y participes en la construcción de políticas”. Pero en realidad, este ejercicio va más allá de tratar de escuchar, o de simular que se escucha, es mucho más amplio y requiere acciones.

Entre tanto, lo que realmente se requiere —una auténtica representación democrática en el Congreso, tanto en la Cámara como en el Senado— continúa siendo desatendido de manera silenciosa. El problema no radica en que los migrantes no conversen. El inconveniente radica en que no hay a quién le interese lo que expresan en los lugares donde se toman decisiones, y de esta manera, siempre lo mismo. Aunque se menciona un espacio para la escucha y el diálogo, estos no se prolongan y se limitan a palabras que parecen hermosas pero que en realidad son solo discursos vacíos, sin ninguna intervención.

¿Proselitismo político disfrazado de participación democrática?

Me resulta sospechoso que justo ahora, a un año de las elecciones de 2026, esta mesa comience a tomar protagonismo. Reuniones, enlaces, formularios, “escucha activa” y toda una narrativa de apertura y transparencia que, más que generar confianza, huele a campaña electoral.

Y no solo del gobierno actual. Hay que decirlo claro: esto no es exclusivo del presidente de turno. Las administraciones anteriores también utilizaron a los migrantes como peones útiles para construir narrativas de inclusión y recoger datos que más tarde podrían transformarse en votos. Porque sí, hay una obsesión por saber quiénes están afuera, dónde están, qué piensan… pero no para garantizar sus derechos, sino para alinear sus expectativas con los intereses partidistas.

Fallos de origen: una mesa que nació sin rumbo

Desde su implementación, la MNSCM tuvo fallas estructurales graves. La más evidente fue su manera excluyente de convocar: una suerte de proceso selectivo. Aunque se hablaba de pluralidad, diversidad las reglas del juego se escribieron con tinta invisible, y lo que se vendió como una estrategia de construcción colectiva fue, en realidad, una puesta en escena con actores ya seleccionados y guion definido.

silhouette photo of people
Photo by Papaioannou Kostas / Unsplash

Una agenda hecha a la medida del poder

¿A qué responde entonces esta mesa? Desde mi perspectiva a una agenda clara: consolidar una base social en el exterior que legitime las políticas migratorias del gobierno, recolectar información útil para las campañas y evitar que se eleve el descontento migrante a niveles peligrosos en términos electorales.

Porque, seamos honestos: los colombianos en el exterior están cada vez más organizados, más conscientes, más exigentes. Saben que el Estado los necesita por sus remesas, pero no les corresponde en igualdad de condiciones con servicios, derechos ni representación política. Ante ese riesgo, ¿Qué mejor que crear una mesa de “diálogo” para contener las críticas y desactivar las exigencias reales?

Simulación democrática: el arte de parecer sin ser

La MNSCM se ha convertido en el epítome de la simulación democrática. Parece participativa, parece inclusiva, parece legítima… pero todo es un teatro cuidadosamente ensayado para que nada cambie en el fondo. Se reparten micrófonos, se abren salas de Zoom, se entregan diplomas de participación, y listo: problema resuelto.

Pero los migrantes siguen sin representación política real. Ni voz ni voto en el Senado. Una curul en la Cámara que no da abasto para representar a más de 5.5 millones de colombianos que viven fuera del país. Y una institucionalidad que, en lugar de atender sus necesidades, los utiliza como recurso electoral.

Los migrantes no queremos solo mesas, queremos también curules

Ya basta de simulacros, de falsa inclusión. Los colombianos en el exterior no necesitamos más escenarios decorativos ni mesas simbólicas que solo sirven para que el Estado diga que hace algo. Lo que necesitamos es una reforma estructural del sistema político que garantice una representación digna, proporcional y efectiva en el Congreso.

Es inadmisible que seamos una de las poblaciones que más aporta a la economía del país y una de las menos representadas políticamente. Una curul en la Cámara no representa ni el 0.2% del total de escaños legislativos. Y en el Senado, la ausencia es absoluta. ¿Eso es democracia?

woman reading book
Photo by Sincerely Media / Unsplash

De camino hacia una verdadera inclusión: propuestas y exigencias

● Curules en el Senado para los colombianos en el exterior, con elección directa.

● Ampliación de la representación en la Cámara, proporcional al tamaño de la diáspora.

● Garantías reales de participación política, más allá de mesas consultivas.

● Presupuesto asignado para proyectos migratorios, decidido con participación de la diáspora.

● Protección de datos personales recolectados en procesos electorales o institucionales.

Conclusión:

La MNSCM pudo haber sido una oportunidad valiosa para construir un verdadero puente entre el Estado y su diáspora. Pero desde su concepción, ejecución y actual funcionamiento, no ha sido más que un instrumento de maquillaje político.

Hoy, más que nunca, necesitamos deconstruir estas estructuras simbólicas y avanzar hacia una reforma que reconozca a los colombianos en el exterior no como votantes útiles, sino como ciudadanos plenos y participativos. Ciudadanos con derecho a decidir, a exigir y a estar democráticamente representados dignamente donde se toman las decisiones que también nos afectan.

Porque los dulces ya no calman el llanto, ni el inconformismo, no callan voces, ya no funcionan como distracción. Lo que queremos es justicia democrática.

©2025