“El elevado precio del pasaporte colombiano, uno de los más altos de América Latina, nos llevó a cientos de colombianos en Nueva York a manifestarnos en las calles en 2014. Al articular a líderes políticos, sociales y comunitarios, conseguimos poner de manifiesto un problema esencial para nuestra comunidad migrante. Este suceso, registrado en videos, sentó un precedente para la diáspora: evidenciar que la comunidad migrante es fuerte y que el Estado tiene que prestarle atención. Ese recuerdo es hoy un ejemplo de dignidad y una invitación a seguir defendiendo los derechos de los colombianos en el extranjero”.
La memoria de un día que hizo historia
Como muchos colombianos en el exterior, sé lo que significa sentirse invisible para el Estado. En 2014, junto a líderes sociales, comunitarios y políticos, convocamos una manifestación en Nueva York para exigir algo tan básico como justo: que bajara el precio del pasaporte colombiano, que por entonces estaba entre los más caros para migrantes colombianos.
Lo que comenzó como un reclamo individual se transformó en un clamor colectivo que hizo perceptible un problema estructural.
Protesta- comunidad -migrante
La protesta de la comunidad migrante en Nueva York
La manifestación fue el resultado de semanas de articulación entre líderes comunitarios, asociaciones de migrantes, organizaciones sociales y ciudadanos de a pie. Sabíamos que esta protesta no sólo reclamaba una reducción de costos, sino el reconocimiento del pasaporte como símbolo de pertenencia y derechos.
El pasaporte colombiano es el vínculo que nos conecta con nuestra tierra, con nuestras familias y con nuestros derechos ciudadanos. Pero en 2014, su costo era tan elevado que se convertía en una barrera para miles de colombianos que necesitaban renovarlo para viajar, trabajar o legalizar su estadía en otros países.
Ese día quedó grabado en la memoria de nuestra diáspora porque demostramos que unidos podemos lograr visibilidad y presión social frente a problemas reales. La comunidad alzó su voz frente al consulado colombiano en Nueva York. Había pancartas, familias enteras, y sobre todo una firme convicción colectiva.
El contexto oficial en 2014
Según la Resolución 2055 de 2014 de la Cancillería, el valor del pasaporte ordinario en Colombia era de $95.000; el ejecutivo costaba $185.000 y el de emergencia $155.000.
Para colombianos en el exterior, además del valor base, se sumaba el impuesto de timbre consular, fijado en US$51 para ordinarios y US$90 para ejecutivos, vigente desde enero de 2014 (Decreto 2974 de 2013 del Ministerio de Hacienda).
En consulados como Chicago y Miami el pasaporte ordinario superaba los US$130, una suma alta para muchos migrantes, que debía cubrirse junto con otros costos y trámites para mantener el estatus legal en el exterior.
En ese mismo período, de acuerdo con El Colombiano, la comunidad colombiana también protestó por otros temas relacionados con derechos políticos y sociales, como la eliminación de la segunda curul para colombianos en el exterior y la falta de políticas claras para el retorno y atención consular.
Lo que la protesta logró
El impacto fue inmediato. Nuestra manifestación obligó al Estado colombiano a que escuchara nuestra voz. El precio del pasaporte se redujo. Fue parte de un proceso administrativo que involucró múltiples acciones, personas y negociaciones.
La presión social sostenida impulsó medidas posteriores para reducir tarifas y mejorar la atención al migrante. No fue un regalo, ni una concesión. Fue el fruto de la presión ciudadana, de la visibilidad que logramos al unirnos y exigir. Y ese triunfo no puede adjudicarse a una sola persona: fue de todos los colombianos en el exterior que se atrevieron a levantar la voz.
Colombianos-en-el-exterior-protestan
Un precedente histórico para la diáspora
Más allá de cambios tarifarios, ese evento sentó un precedente histórico:
- Demostró que la comunidad migrante tiene voz y capacidad de movilización.
- Exigió al Estado colombiano reconocer los aportes y derechos de sus migrantes.
- Inspiró la continuidad del activismo en pro de mejores condiciones consulares, electorales y sociales.
El ejemplo que no debemos olvidar
Cada vez que recuerdo aquella protesta, lo hago con orgullo por la unión y dignidad que demostramos. Nos enseñó que juntos y en comunidad podemos conquistar derechos cuando nos organizamos y elevamos la voz.
Tenemos aún pendientes como, mejorar atención consular, garantizar voto en el exterior, ampliar las curules en la cámara de representantes y facilitar trámites de retorno, entre otras.
Mi compromiso sigue vigente
Desde aquel día en 2014, mi compromiso con la comunidad colombiana en el exterior no ha hecho más que crecer. He dedicado mis esfuerzos a trabajar codo a codo con asociaciones de migrantes, líderes comunitarios y organizaciones sociales, creando espacios de diálogo, participación y empoderamiento.
Una única protesta o demanda puntual no es suficiente. La batalla por los derechos de los colombianos en el extranjero es un proceso permanente que necesita organización, perseverancia y la creación de redes fuertes capaces de influir en las políticas públicas y asegurar una atención digna y equitativa.
Como comunidad migrante nos hemos articulado para exigir mejoras en la atención consular, apostando por trámites más rápidos, accesibles y humanos, al mismo tiempo que fortalecemos iniciativas de información y acompañamiento para que nadie quede desprotegido frente a sus derechos y deberes. También defendemos con firmeza el voto en el exterior, convencidos de que es la llave para que nuestras voces influyan en las decisiones que marcan el rumbo de Colombia.
He trabajado codo a codo con asociaciones, líderes comunitarios y organizaciones de base para mantener viva la voz de la diáspora. Mi convicción es que no basta con protestar una vez; hay que sostener la lucha, abrir espacios de participación y exigir representación política real.
Todas estas acciones buscan transformar la percepción que tiene el Estado sobre los colombianos en el exterior, dejar de ser vistos como “ciudadanos invisibles” o secundarios, y pasar a ser reconocidos como actores claves, protagonistas en la nación.
Mientras el Estado continúe relegándonos o mirándonos sólo como un número, nosotros seguiremos levantando banderas, alzando la voz, defendiendo nuestros derechos y construyendo una comunidad global fuerte, unida y reivindicativa.
Este compromiso no es solo mío, sino de cada colombiano y colombiana en el mundo que enfrenta desafíos, que lucha por el respeto, la justicia y la dignidad. Juntos, con organización y persistencia, seguiremos conquistando derechos y construyendo un futuro mejor para toda la diáspora.

De Nueva York al mundo, una lección de dignidad
Han pasado años desde aquel 2014, pero el eco de esa protesta sigue vigente. Aunque el precio del pasaporte no bajó inmediatamente, sí se logró que el Estado escuchara y pusiera en marcha otros procesos que han llevado a reducciones posteriores y mejores condiciones para los colombianos en el exterior.
Esa manifestación en Nueva York fue mucho más que una marcha. Fue la prueba de que, aunque estemos lejos de la tierra que nos vio nacer, no estamos dispuestos a renunciar a nuestros derechos.
“Se define la voz como cualquier intento de cambiar, no de escapar de una situación que se considera inaceptable, ya sea a través de una petición individual o colectiva... o mediante diversas formas de acciones y protestas, incluidas aquellas que tienen como objetivo movilizar la opinión pública", escribió el economista y pensador político Albert O. Hirschman. (Exit, Voice and Loyalty, Harvard University Press, 1970, p. 35-36). Esta definición explica nuestra experiencia: nuestro reclamo fue la voz colectiva que decidió cambiar lo injusto, en lugar de resignarse o permanecer en silencio.
Que sirva este recuerdo como un llamado: los triunfos colectivos existen, pero solo si estamos dispuestos a unirnos, manifestarnos y reclamar lo que nos pertenece.
2025